El estima carcomido por las
palabras proferidas. Lágrimas
brotan de mis pupilas.
Tiemblan mis manos,
¡Qué aguanto!
Un hálito de temor, de
soledad, se apodera de
mis entrañas. ¿Qué soy?
Una señal, una mirada...
Tomad mi mano... La rechazas...
No soy de palabras.
Nubes me hacen ver borroso:
son el vapor de mis lágrimas.
¿Quién dijo que los hombres
no lloran? Algún mal letrado
¿Será?
Hablas y hablas, no encantas:
lastimas, me quemas.
¿Quién eres? ¿Qué eres?
Tu lengua arde en fuego,
salpicas ¿De qué? De lanzas...
Un insulto es vacío. No
he hecho nada. No quiero
tu mano. Gracias por
rechazarla.
Me voy. Reflexiono y noto,
que a la soledad no hay
que temerla. Que uno
camina mejor solo.
Ahora la lágrima es de
felicidad: he encontrado
paz en la soledad.