Desgraciadas sean las banderas y los nacionalismos que los gobiernos crean.
Desgraciado aquél mandatario: un asesino de cuello blanco.
Desgraciados todos aquellos que guardan silencio y ven brotar la sangre sobre el concreto.
Desgraciada la ideología que aglutina el fanatismo en la mayoría.
Desgraciado quien se beneficia del cuchillo y del plomo de los milicos para oprimir las voces de la libertad, callándola, mancillándola.
Desgraciadas sean las banderas, desgraciadas mil veces sean: el hombre es hombre y los colores que flamean no marcan diferencia.