Todo está bien, y mis pensamientos corren como un tren que está a punto de descarrilarse, sin perder el rumbo, horizonte nuestro.
Las manos húmedas y el dinero frío, el bolsillo lleno, pero el nervio excitado de peso.
Sientes las entrañas comprimidas, y el corazón al oído recuerda que eres vivo.
No hay, o tal vez si lo hay, perdón del cosmos por lo sentido.
Fuego y alcohol embadurnan la garganta seca, y se oprime ésta contra el hambre que los pobres padecen.
Una moneda es lanzada a lo alto con el pulgar, y me apuesto la sal marina contra el velo que ingresa al altar.
Piensas, pero lo mejor es no tratar, y dejar que las palabras fluyan con el bolígrafo en mano rodando, y quemando lo blanco del papel, sol fugaz y la mente, el ajedrez.
Jugamos con ella y se enoja contra el nervio por no ser lo que el cuerpo quiere realizar.
Dejad la fiebre pasar, y dame tu mano que sólo no quiero estar.