Poesía

Poesía

lunes, 24 de febrero de 2025

Es de noche y ella no está

 


Mis pensamientos se vuelcan

en ella para que nazcan mis 

mejores versos. Un poema,

alguna rima que siga al 

compás del deseo.


Es de noche, y hace frío.

Es de noche, y no está su

cuerpo al lado mío. Es de 

noche, y sólo las estrellas

me hacen compañía: ellas

titilan, diciéndome que un

día me arroparán bajo su

guía.


Y es que esta noche es tan

hermosa, tan poética, que

me recuerda a ella. Corre

fuerte el viento, por lo que 

digo las palabras y frases

más bellas al aire para

que se las sople en su

recámara. A lo mejor ella 

reconozca mis susurros, 

en esta noche estrellada.


Quiero escribir mis mejores 

versos, que los lea ella, que

sepa que quiero escucharla 

gemir bajo mi oreja, escucharla

decir palabras de deseo y amor

en mi recámara, ella sobre mi

almohada.


La deseo tanto que me la 

imagino para más de cuarenta

años a mi lado. Imaginar y

desear no es pecado. La 

quiero para mí, y así construiremos,

lo imagino, un mundo nuevo

para refugiarnos.


Es de noche y no logro dormir.

Pienso constantemente en

su piel, lleno de deseo, rozándola

como aquella vez bajo el refugio

de mi recámara. Pienso en ella, y

tal vez… ella en mí también. 


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Es de noche y ella no está.

Es de noche y me consume

la soledad. Es de noche, y

pienso en ella… y ella aún no

ve la desnudez de mi alma que

la quiere para la eternidad.

domingo, 23 de febrero de 2025

En un resto

 


Estamos en un resto, tú

sentada a mi lado, y huelo

ese perfume celestial que

de tu cuello de nácar puedo

apreciar. 


Yo aguanto mi deseo

de hacer algún malabar

que me permita rozar

tu piel, o de inventar

algo para jugar mientras

esperamos la carta del

resto bar.


Siento que el pecho me estalla

de tantas palabras que quisiera

decir sin verte ir. Callo mientras  

clavo mi mirada en tus pupilas

aceitunadas, mediterráneas.


Un ola caliente se presta para

tomar a colación aquello que

por ti siento, mientras preparo

un discurso banal que te haga 

reír, parecer normal. 


Mas yo quiero beber cada

gota que mojan tus labios,

de tu jardín del Edén,

naufragando adentro tuyo,

hasta que acabes de jadear

de placer.


Y es que te deseo, y quiero…

te quiero, eso. 


Sigue la charla en temas

banales, y quiero tomar

tu mano en la mía. Siento

cómo me enrojezco, de 

cómo me pongo tenso,  y

del dolor en el pecho. 

Respiro hondo, y te miento

al decir que estoy bien,

mentirte al no decir que

miles de emociones recorren

como olas mi cuerpo.


Acaba la cena, y es hora de 

irnos. Me muero por decir

que te quiero llevar a donde

podamos unirnos, pero la

vergüenza y el decoro me

ganan, y hasta tu puerta te

acompaño, y me despido 

con un ligero beso en tu 

mejilla, beso que a miel

sabe, beso que dejo ahí

en tu piel.


Y tú no tienes idea de que 

te pienso como si fueses mía,

y tú allá, en tú recamara,

sin saber lo que yo siento, 

que cada fibra mía anhela

ese aliento que transpiras.


Y tú allá, sin saber todo

aquello que me haces sentir.

Me haces hervir la sangre,

sintiendo mi pecho como si de

una fogata se tratase. 


Y recuerdo ese respiro que

hice de tu boca de ese olor

a café, que tu última bebida fue.