Anhelo no caminar solo, de tener una
compañera de vida, de formar una
familia. Y es de noche, la oscuridad
dormita, y me entrego a la fantasía,
pues, ¿qué más quiero que vivirlo
en sueños sin que medie la
melancolía?
La soledad es el silencio que muerde,
tiniebla persistente alojada en mi
pecho cuando aquella aqueja. Parto
a dormir, y quiero que el sueño sea
eterno, porque al levantar… vuelve
la realidad.
Hermoso y anhelado sueño donde
se difunden mis más profundos
deseos, algarabía temporal, un
gusto pleno. Quiero que se
transmuta en realidad esa otra
vida, esa que sueño.
Y si me preguntan qué quiero:
A esa fémina que pienso, que
camina a mi lado y me da la
mano en sueños. La luz está
apagada, no entra ni un ápice
de destello. En mi oscuridad me
entierro anhelando soñarla,
de darle un beso, y que continúe
ad Infinitum el susurro de la
noche, susurro que apacigua
mi alma, susurro que calma.
Mis párpados caen bajo el
letargo del cansancio, y una
sonrisa se dibuja en mis labios:
tal vez hoy sí soñaré, tal vez hoy
sentiré plenitud, aunque sea un
corto momento.
El sueño, el paraíso de quienes
caminan solos, de quienes la
soledad abraza bajo un manto
de fuego.
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