Nos jugó una mala partida
la noche; ella sollozaba y
yo mis lágrimas aguantaba.
Poco a poco mis ojos de
cristal se nublaban, y se
regaban las lágrimas mientras
ella lloraba.
Palabras no deseadas,
palabras que destruyen
cimientos, por un impulso
torpe y perverso.
¿Por qué dije esa noche
aquello que hirió su alma?
¿Por qué, si es mi bendición
en tierra, es mi compañera?
Pedí perdón, y ella, bella y
elegante para recibirme,
fue a su casa...
La noche nos jugó una mala
pasada…
Maldita sea la noche, y la luna,
cuando éstas dos se unen,
soplan el viento y así éste
convertirse en ceniza.
Maravilloso.
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