Poesía

Poesía

domingo, 25 de agosto de 2024

Hermosa soledad

Hermosa soledad que vienes en

verano a taparme con tu manto.

Ella ya no está, pero los recuerdos

de aquellos momentos donde 

reímos, quiero que tú, dulce soledad,

me acompañes para no recordarlos.


Hecho de menos el dónde y cómo 

volcar mi afecto, aunque haya sido 

en parte pétreo. Pero por ser justo

así, pétreo, os pido a ti, dulce soledad,

que transmutes mi alma en hielo.


En hielo para olvidarme qué es sentir,

en hielo para no echar de menos afecto,

en hielo para olvidarme del tacto de

acariciar a una mujer con piel color nácar,

lisa como el terciopelo.


Soledad garduña de imágenes lúbricas,

deseo mi corazón escarchado; ayudadme

a buscar esa cueva donde nadie me vea, donde las lágrimas se congelan, donde

siempre es invierno, y el céfiro hiela.


Dadme una escapatoria, dulce soledad, 

al dolor que tú misma alimentas. O una

salvación: una de mujer que me ame por

ser quien soy.

martes, 20 de agosto de 2024

Adiós

¿Me preguntas qué quiero mientras

tiernas lágrimas brotan de tus ojos

acastañados fijando tus pupilas en

las mías? ¿Cómo despedirme si te

veo llorar y juré darte felicidad?


Hubo momentos donde rezumaba 

amor en nuestros pechos, voz in

crescendo, manos entrelazadas,

juntos nuestros alientos. Hilaridad

y llantos compartidos, frenesí y

delirios, sustantivos y verbos.


La impaciencia del corazón de

no conocer su camino, la prosa

desdibujada de su bosquejo, las

tiernas palabras que quedaron en 

el viento.


Sí, hubo  momentos donde

nuestro amor era pámpanos,

y llegó a ser vid. Mas carámbanos

en noches de invierno como espada

sangrienta por maldecidos verbos

apuñalaban mi pecho. 


Ahora somos dos conocidos que si se

ven se sonreirán, y cada uno por su 

camino. Hemos sentido la hiel del 

sendero que tomamos una vez, para

no volver.


Ahora que sólo somos dos individuos, qué

encuentres a aquél con quien compartirás 

la ambrosía y néctar, aquél que esparza 

semillas en tu campo. 


No hay mejor deseo que aquellos que

atraviesan lo más recóndito del alma,

y los míos atraviesan su infinito, y tal

vez, tal vez, en otra vida seremos aquello

que alguna vez lo pensamos y quisimos.