Hermosa soledad que vienes en
verano a taparme con tu manto.
Ella ya no está, pero los recuerdos
de aquellos momentos donde
reímos, quiero que tú, dulce soledad,
me acompañes para no recordarlos.
Hecho de menos el dónde y cómo
volcar mi afecto, aunque haya sido
en parte pétreo. Pero por ser justo
así, pétreo, os pido a ti, dulce soledad,
que transmutes mi alma en hielo.
En hielo para olvidarme qué es sentir,
en hielo para no echar de menos afecto,
en hielo para olvidarme del tacto de
acariciar a una mujer con piel color nácar,
lisa como el terciopelo.
Soledad garduña de imágenes lúbricas,
deseo mi corazón escarchado; ayudadme
a buscar esa cueva donde nadie me vea, donde las lágrimas se congelan, donde
siempre es invierno, y el céfiro hiela.
Dadme una escapatoria, dulce soledad,
al dolor que tú misma alimentas. O una
salvación: una de mujer que me ame por
ser quien soy.