¿Me preguntas qué quiero mientras
tiernas lágrimas brotan de tus ojos
acastañados fijando tus pupilas en
las mías? ¿Cómo despedirme si te
veo llorar y juré darte felicidad?
Hubo momentos donde rezumaba
amor en nuestros pechos, voz in
crescendo, manos entrelazadas,
juntos nuestros alientos. Hilaridad
y llantos compartidos, frenesí y
delirios, sustantivos y verbos.
La impaciencia del corazón de
no conocer su camino, la prosa
desdibujada de su bosquejo, las
tiernas palabras que quedaron en
el viento.
Sí, hubo momentos donde
nuestro amor era pámpanos,
y llegó a ser vid. Mas carámbanos
en noches de invierno como espada
sangrienta por maldecidos verbos
apuñalaban mi pecho.
Ahora somos dos conocidos que si se
ven se sonreirán, y cada uno por su
camino. Hemos sentido la hiel del
sendero que tomamos una vez, para
no volver.
Ahora que sólo somos dos individuos, qué
encuentres a aquél con quien compartirás
la ambrosía y néctar, aquél que esparza
semillas en tu campo.
No hay mejor deseo que aquellos que
atraviesan lo más recóndito del alma,
y los míos atraviesan su infinito, y tal
vez, tal vez, en otra vida seremos aquello
que alguna vez lo pensamos y quisimos.
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