Mirad a la gitana bajo la luz
de luna, luna de estaño,
bailar con su vestido verde
pino el tango. Mirad cómo se
deslizan sus tacos sobre la
pista de baile, disfrutad la
armonía de sus pasos.
Se me acerca un mocito a
decirme al oído “qué bien se ve
la gitana con su vestido verde
entallado. Mirad sus curvas lisas,
y fijaos en sus ojos sombreados.”
Se levanta y me deja abandonado
mirando cuasi frente a frente se
tratara, el azabache de sus ojos
blandos. La gitana se sienta y me
dice “te animas a bailar”, y por sentir
su espalda y su mano,cercanía,
con ella me levanto.
Piel de seda, una silueta esculpida
de mármol, sentí su figura frágil,
al agarrar su mano y su espalda
al compás de la pieza de tango.
La sentía delicada como sostener
porcelana en las manos. Mil
escalofríos de verano en mí
rondaron.
Bailar con la gitana, sentir su
vestido entallado, es chocolate
caliente en frío invernal: cálidos
escalofríos que rozan el alma,
pinceladas de rojo sangre
bajo la nocturna almohada.
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