Bebo mirando fijamente tus ojos
hasta embriagarme de ti, y
me pierdo desenfrenadamente en
tu sabor, en tu piel, en tus manos
que aprieto contra las mías y tu
corazón que fuerte palpita.
He dejado mis labios moldeados
en tu cavidad sureña, un suspiro
carmesí donde beber yo el néctar:
desenfrena en ti suspiros profundos
do tu espalda arquea.
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Es de noche y no estás. La luz
tenue me hace sentir más la falta,
la mucha falta que haces, que
solo aspiro dormitar.
Es como ser un lobo en celo
abandonado y solo en un
desierto.
Y al dormitar, yo deseo, y deseo…
Deseo como buen caballero
llevarte hacia mi hogar como
mujer mía, y yo tuyo, tuyo
hasta el último hálito de
aliento.
Deseo que llegue invierno, que
el frío haga que eches de menos
el calor de nuestros cuerpos, el
deseo de piel, y de los vidrios
cubiertos de sombras y nuestros
reflejos.
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La melodiosa voz con tu acento
marcado de norte es un verso
entonado al cielo. Esa boca
con sabor a frutilla a la crema,
do florece tu origen con cada
sonido que emite, la quiero
comer hasta hacerte temblar
de placer y algo más, pues
también es deseo.
Escucharte es música, mirarte,
mirarte… mirarte es ver arte.
Y, ¿amarte? También, un arte.
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¡Ay! Me recuerdas, en parte, al
dulce sonido de violines, y en
parte, al vaho que deja el aliento.
Te echo de menos, flor carmesí,
tu fragancia quedó en mi piel,
llevándote a donde sea que vaya,
adentro.
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Vuelve la noche, otro día más de
solo textos, un par de horas que
nos aleja el viento. Y pienso en lo
bien que nos amemos.
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Llegó el alba, “¡despiértate!”
escucho que me susurran al
oído, y hay un vacío: si tan solo
pudiera seguir durmiendo,
soñando, mi silencio.
Que bonito saludos. SH
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