He sentido la dulzura de su
Piel bajo mi almohada.
Recuerdo su cabello, sombras
De terciopelo que ondeaban
Bajo una noche estrellada. Sus
Manos de nácar son hilos
De marfil que quiero ver
Enmarcadas en mi espalda.
Mi deseo es fundirme en un
Abrazo con ella, que sus uñas
Se claven contra mi espalda,
Invitándola a ser uno bajo las
Sábanas.
Ella es de nácar y seda, he
Guardado su memoria de piel
En mis yemas. Dos palabras es
Lo que de ella siento. Dos
Palabras, nada más que esas
Dos que retumban en mi
Almohada.
Y es que dos palabras suyas
Podrán salvarme de este nudo
Que embriaga mi día y noche,
Pensándola, echándola de menos,
Inspiración celestial de cielo.
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Te invito esta noche a disfrutarla,
Mujer de mis venas. Cada
Palpitación, cada agitación, nació
De pensarte, de manifestarte.
Y quiero decirte las palabras más
Románticas, que son las que me
Alcanzan, gritar al cielo que son
Sólo dos palabras, y por ahí
Adornarlas con otras igual de
Bellas, de nácar.
Lo que te quiero decir es que el
Olor que dejaste sembrado es un
Ungüento que salva, flor, tú el
Rocío después de la tempestad,
Dulce sensación que no es un
Espejismo, es realidad, una
Sinfonía, una partitura, paz.
Murmuro tu nombre, tu apellido…
Anhelo escucharlo de tus labios,
Remanso el espacio, dulce
Inocencia al amanecer, me
Arrullas respirando.
Por siempre serás mi gran
Epifanía de amor y paz, tú,
Rosa siempre en primavera,
Eterno amor, dulce néctar, el
Zumo que anhelo yo. Tú. Yo.
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